Aproximaciones

Por Enrique Collar

La paz volvió enseguida a mi alma, sentí un goce infinito, tanto espiritual como físico, al zambullirme en el agua fría del arroyo”. Paul Gaugin – Noa Noa

Zambullirse para nadar o hundirse, no es la preocupación del que ama el hecho pictórico. Lo que verdaderamente estremece al artista es el goce es la “sesión” como lo llamamos en el Río de la Plata. La sesión puede durar minutos u horas. Una pintura puede tener una o muchas sesiones, pero lo que más cuesta a impronta del autor es abandonar el cuadro a tiempo; dar el último toque; la última pincelada. Se dice que Toulouse Lautrec no podía alcanzar más de una sesión, al igual que Van Gogh; el temperamento se los prohibía. Para ellos la obra debía concluir con la primera y única sesión, de suceder lo contrario la imagen quedaba latente, pasaba a ser una capa pictórica que en muchos casos quedaba oculta eternamente debajo de la imagen definitiva. Algunos pintores acostumbraban a fondear estos fracasos con algún color neutro. En otros casos por cuestiones de fe o cabalísticas, estos soportes de lienzo o madera, directamente eran destruidos.

Fernando Amengual como pintor, pertenece a esta actitud artística y la ha mantenido a lo largo de estos años a pesar de algunos periodos de interrupción. Encontramos en esta primera individual obras como “El Guitarrista” y los tres notables estudios de la modelo enana, óleos de 70 x 50 cm, pintados en Baires, allá por el `83. De fondo, de estos Chapadures, estoy casi seguro que suena Luca Prodan. El pelado algo nuevo nos traía por aquella época, no sabíamos bien qué, pero pintaba el descontrol a la hora de bailarlo. Charly también tuvo que adaptarse y peló Clics Modernos. Baires estaba agitada, muchos cambios, muchos estudiantes de arte; la militancia en los pasillos de Bellas Artes movilizaba hasta al nene más careta. Los resultados de estos talleres guiados por maestros como el “flaco Atilla”, Georgina Labró, Varela Freire; entre otros, eran pruebas de mucho rigor y disciplina, el “oficio”, palabra desconocida hoy por la mayoría de los estudiantes de arte era el primer peldaño para llegar a la libertad creativa.

Pero lo curioso de este universo era encontrarse de repente con gente que dibujaba magistralmente con ortodoxia peronista, y a la hora de pensar el color, lo expresaba con irracionalidad Fauve. En medio de estas contradicciones y movimientos de cintura había que ir encontrando la onda o el estilo de uno.

Amengual bebió de estos licores, y decidió por la ruptura de la forma y la rúbrica del pincel, dos conceptos que desarrolla desde esta época, traslada a Asunción y los explora hasta el extremo.

El uso y abuso del gesto y la frescura Goyariana (fenómeno empalagador de casi todos los ismos pictóricos del Río de la Plata), en Amengual alcanzar un despegue particular. Esto tal vez se deba al trabajo solitario y a su vena de diseñador gráfico y publicista, que sin lugar a dudas convive con el arte pop. En su última producción a la que podríamos llamar “Aproximaciones” o “Close up” comprime, golpea y sacude la mirada de cualquier espectador distraído. El detalle es el tema. Un ojo; un perfil o una boca seductora es suficiente para hacernos disfrutar del goce pictórico.

El orden y la visión de un hombre que piensa en función de la comunicación masiva de allá afuera, lucha y se entrega con amor primitivo pintando los bisontes que habitan y corren por dentro. Aquí está el contrapunto que hace cien años a Paul Gaugin le desangraba el corazón y lo obligó a huir a las islas. La diferencia es que Fernando sólo tuvo que navegar mil seiscientos kilómetros para llegar a otro tipo de isla, y encontrar allí algún arroyo con agua fría donde zambullirse para seguir entregándonos pinturas con aroma a mate y malvones.

Texto del catálogo de la muestra “Dos Memorias”. Asunción, Noviembre 2001.